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Cáncer de Tiroides

El cáncer de tiroides es el principal cáncer de las glándulas endocrinas. En Chile se ha estimado la incidencia de cáncer de tiroides en 2 casos por cada 100.000 habitantes, y 5,3 en el caso de las mujeres. Un estudio publicado en 2020 incluso reporta una incidencia de 48 a 60 casos por cada 100.000 habitantes entre 2016 y 2018. Con estos datos estamos hablando de más de 6.000 casos al año aproximadamente (en mayores de 15 años).


En forma global el cáncer de tiroides es más frecuente cada año, en parte explicado por el aumento de ecografías de control, pero asociado a factores como la obesidad, contaminación por metales pesados, exposición a radiaciones, entre otros. Uno de los principales factores de riesgo asociado a la aparición de cáncer de tiroides corresponde a una alta exposición a radiaciones (radiografías frecuentes durante la infancia o tratamiento con radioyodo).


Se sospecha el cáncer de tiroides cuando aparece o se diagnostica un nódulo tiroideo. Lo primero es conocer si hay factores de riesgo personales como los comentados anteriormente o antecedentes de cáncer de tiroides en familiares de primer grado.


Habitualmente son diagnosticados como un hallazgo en un examen de imágenes solicitado por otra causa, y son en su gran mayoría asintomáticos. Incluso la función tiroidea puede también ser normal (exámenes de TSH, T4 libre, T4 y T3). Sin embargo, cuando hay dolor cervical anterior, alteraciones de la voz (disfonía), dolor o dificultad para tragar (disfagia) y dificultad para respirar (disnea), podrían tratarse de síntomas asociados a un cáncer de tiroides.


La confirmación se puede realizar a través de una punción con aguja fina que se realiza con una jeringa normal, puncionando el nódulo bajo visión ecográfica.


Si se confirma el diagnóstico, el paciente debe ser evaluado por endocrinólogo y/o cirujano de cabeza y cuello para iniciar el protocolo de manejo.


Se deben considerar factores como la edad, tamaño y posición del tumor, presencia de ganglios, entre otros, para considerar si es necesario el tratamiento quirúrgico o si puede mantenerse en seguimiento o vigilancia activa.


El tratamiento más frecuente es la cirugía, que debe ser planificada con un adecuado estudio de imágenes de etapificación cervical (ecografía especializada).


El pronóstico de esta enfermedad es muy bueno, con una probabilidad de recuperación exitosa mayor al 95%